Eran las 4 de la tarde, según los relojes que me
encontraba por aquellas grandes, tortuosas e infinitas calles, repletas de
aquel bullicio capaz de perforarte los oídos.
Caminaba con una moneda en la mano, estaba llena de sudor
y resultaba pegajosa y molesta. No podía evitar la sensación de malestar, pues
iba con la moneda que decidiría el destino de mi vida. De forma imprecisa la
lancé y giraba, giraba en el aire eternamente, parecía que no tenía fin. El
destino quería que observara la eternidad de la vida cuando no hay más que
incertidumbre y la incertidumbre me carcomía de tal forma que los segundos
parecían horas.
Llegado el momento de tener la moneda en la mano mi mente
empezó a barajar todas las posibilidades y consecuencias de cada cara. Cuando
iba mirar que cara salió, me di de cuenta de que era preso del azar. Azar, ¿qué
es eso? Es ausencia de determinación. El azar se opone, así, a la necesidad, en
cuanto lo necesario es lo determinado.
No hay comentarios :
Publicar un comentario