miércoles, 25 de marzo de 2020

Carta a mi yo de 15


Estamos en 2020, el  futuro,que si bien observamos desde mi consciencia de quinceañera sí que lo es, pero no de la manera que yo esperaba.
No sé por qué, pero con quince años ya tenía la cabeza muy puesta en el futuro, 10 años en adelante concretamente. En 2020 se harían 20 años de la muerte de mi padre, cumpliría 25 años y no sé ni cómo ni por qué, pero me autoimpuse acabar una carrera a mis 25.
Cuando era pequeña, lo que más me preocupaba en el mundo, a parte de muchas otras cosas, era perder los recuerdos que tenía de mi padre. Siendo plenamente consciente de que el tiempo pasaba rápido, este acarreaba muchas circunstancias, cómo la pérdida de recuerdos y otros menesteres que se iban sin importancia. Tenía miedo de eso, y no poco, ya que quiero que los últimos recuerdos que tenga, a parte de muchos otros, entre ellos esté el de mi padre y por supuesto el de mi madre. Así que cada mañana desde los 15 años, temerosa de perder esos recuerdos, me obligo  a despertarme pensando en él. Es curioso cómo el recuerdo deja de doler para convertirse en uno de los tesoros más valiosos que podemos llegar a poseer; y un arma también, pues en mis días más perezosos y tristes solo tengo que ponerme a pensar en lo afortunada que soy por poseer la familia que poseo, porque aunque él no esté, si el recuerdo perdura la eternidad será alcanzable.
Una cosa que sabía era que a mis 25 acabaría la carrera y me graduaría, menudas ideas de bombero, la verdad es que no me imagino a la gente diciéndome que no me impongo metas, luego dirán que estas tienen que ser a corto plazo para que se cumplan. Aquí estoy con mis futuros 25 años, a punto de acabar mi carrera y casualmente el virus COVID-19  hizo su aparición estelar para convertirse en pandemia, para que así cundiera la histeria colectiva. Sí, sí, parece surrealista y hasta un chiste, pero la gente dejó de hacer balconing para usarlos como transmisor de aplausos a las 21:00 o como emisora de radio, que a veces puede llegar a resultar un poco cansina; porque qué casualidad todos nos creemos con buen gusto musical.  En fin, en este cuento apocalíptico nadie sabe nada, ni se sabe que pasará y yo a las puertas de terminar mi carrera, sigo con la gran incógnita de si terminaré o no.
Lo siento Alba de 15 años, esa respuesta será obtenida, si bien se puede ser  en julio, espero no defraudarte.

Respecto a la mujer que quería ser, sería una mujer hecha y derecha, sin dudas y segura en la toma de decisiones,vamos toda una mujer madura. Sin embargo aquí estoy, escribiendo esta carta a mi yo de 15 años para decirle que no he conseguido tal cosa. A día de hoy, parece que me anclé en mis 16, pues me veo como una niña aún. Me rodeo de mujeres jóvenes y fuertes, que me inspiran cada día a ser mejor, y aún así no puedo evitar sentirme como una niña pequeña que necesita que la cojan de la mano para ser guiada. No sé porque será ni mucho menos, pero admiro secretamente a todas las mujeres que me rodean, si hablamos de ser mujer ellas son mi claro ejemplo  a seguir. Me hacen querer crecer como persona, ser mi mejor versión y aunque no sea la mujer que quería, sí me he rodeado de personas que alcanzan ese ideal.

Definitivamente no he conseguido nada de mis expectativas, aún tengo presente a  mi padre, aún no me gradué y mucho menos soy la mujer que me impuse ser, pero he de decir que durante todos estos años aunque tuviera dificultades he salido adelante, he conocido gente que me inspira que quiero en mi día a día; me he arriesgado a intentar a hacer algo que me gusta como Bellas Artes y contra todo pronóstico soy más feliz de lo que pensaba.
A mis 30 seré escritora.


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